lunes, 29 de octubre de 2007

Duro de matar

Castellanos Coutiño
Duro de matar
Arcadio Acevedo


Antes de partir, dada la gravedad del caso, y ante la imposibilidad de retornar pronto a El Parral, el doctor Hernández extendió el certificado de defunción del niño. Lo firmó.
-Ya nomás pónganle la hora –dijo a los angustiados padres.
Nada más podía hacer por la criatura a la que el sarampión, complicado con bronconeumonía, gastroenteritis, deficiencia renal y deshidratación, a consecuencia de la diarrea, tenía al filo de la muerte. A un jeme.
Mediaban los años cuarenta y en la comunidad no había médicos. A los primeros síntomas el profesor Fernando Castellanos Román y su esposa, la profesora Esperanza Coutiño, habían acudido al único boticario del pueblo. El boticario le había administrado al paciente una sobredosis de mercuriales. Hoy se sabe que no eran las ampolletas de mercuriales el tratamiento indicado.
A caballo, don Fernando había partido sin demora a Chiapa de Corzo con el alma en la rienda y traído en ancas al doctor Hernández. La travesía fue tortuosa y larga. Tanta prisa, tanto sacrificio, tantas esperanzas para que, al cabo, tras breve auscultación el doctor firmara la sentencia.
Nadie hubiese apostado que aquel niño agonizante, de tres años, sobreviviría. Y que tras una carrera exitosa, con una extensa cauda de reconocimientos nacionales e internacionales, volvería a la patria chica en mangas de camisa, dispuesto a invertir una parte de su vida en el intento de desterrar del diccionario de las penurias chiapanecas la muerte prematura.
Hoy, Javier Castellanos Coutiño, médico (UNAM) con estudios de postrado en Cirugía Avanzada en la Universidad de Minnesota, USA, es titular de la secretaría de salud en Chiapas. Ex-Jefe de Residentes en el Hospital 20 de Noviembre del ISSSTE; Profesor de la Facultad de Medicina de la UNAM desde 1962; miembro fundador de la Asociación Mexicana de Cirugía General; miembro titular de la Academia mexicana de Bioética, Primer Presidente de la Sociedad Panamericana de Diálisis y Transplantes; fundador y primer Presidente de la Federación Iberoamericana de Transplantes, etc. Si fuese general no le cabrían las medallas en el pecho.
Tiene también el récord mundial de supervivencia de un trasplantado de riñón. El paciente recibió el órgano de un familiar vivo a los 38 años de edad y hoy suma 81, según datos de la Organización Mundial de trasplantes (OMT). Llegó a acumular una serie de 20 trasplantes exitosos en cadena, cuando el promedio de supervivencia era de un 70 por ciento, pues los estudios inmunológicos no estaban tan avanzados. En los años setenta trabajó para lograr reformas al Código Sanitario, que no contemplaba los trasplantes. Algunos trasplantistas, amigos suyos, fueron a parar a la cárcel.
Duro de matar, en marzo del año pasado, el secretario de Salud en Chiapas, tuvo un segundo enfrentamiento con la muerte, debido a un padecimiento congénito.
-Me lo diagnostiqué en dos minutos y me atendieron en veinte. Era un pequeño aneurisma con el que nací en la coronaria izquierda, que se coaguló. Confronté el hecho con frialdad y resignación enormes. Pero el suceso me puso a reflexionar. Por fortuna no soy diabético, ni obeso. Gozo ahora de una salud completa. Estoy optimista.
-Qué fue del doctor Hernández, el que extendió el prematuro certificado de defunción...
-Ya murió. Pero antes fue mi padrino. Nos quisimos y nos respetamos mucho.
Cuando el jurado correspondiente inicie la selección de candidatos al Premio Chiapas de Ciencias, no tendrá que buscar mucho. Pienso.

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